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No quedará piedra sobre piedra (Lc 21,5-19)

33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...

El Dios de Abrahán ha glorificado a su Hijo Jesús (Hch 3,13-15.17-19)

3º domingo de Pascua – B. 1ª lectura

12 Al ver aquello, Pedro dijo al pueblo:

—Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este hombre por nuestro poder o piedad? 13 El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis en presencia de Pilato, cuando éste había decidido soltarle. 14 Vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que os indultaran a un homicida; 15 matasteis al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 
17 Ahora bien, hermanos, sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. 18 Pero Dios cumplió así lo que había anunciado de antemano por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. 19 Arrepentíos, por tanto, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados.

Comentario a Hechos de los Apóstoles 3,13-19

Tras la curación del cojo que se acaba de narrar, se introduce este segundo discurso de San Pedro. Tiene dos partes: en la primera (vv. 12-16), el Apóstol explica que el milagro se ha realizado en el nombre de Jesús y por la fe en su nombre; en la segunda (vv. 17-26), subraya que en Jesús se cumplen las profecías del Antiguo Testamento y mueve a penitencia a la multitud reunida, responsable también de alguna manera de la muerte de Cristo. Al final (vv. 25-26), Pedro anotará un motivo común en la predicación apostólica (cfr 2,39): la salvación se dirige en primer lugar al pueblo elegido, pero está abierta a todos.

El discurso se refiere a Jesús con términos fáciles de entender por judíos en sentido mesiánico. Se le llama Hijo (v. 13), Cristo (vv. 18.20), y también «profeta» (v. 22). Las expresiones «el Santo» y «el Justo» (v. 14), novedosas aquí, se emplean ya como predicado o título mesiánico de Jesús en otros lugares (7,52; Mc 1,24; Lc 4,34). «Santo» y «Justo» son palabras equivalentes, como lo son también santidad y justicia.

San Pedro (v. 17), como después San Pablo (13,27), habla de la ignorancia de las gentes y de los jefes en la condena a Jesús. Con ello, no hacen sino repetir las palabras de Jesús en la cruz (Lc 23,34). De la misma manera, el gesto del pueblo que se convierte (4,4) evoca el momento en que las gentes se golpeaban el pecho tras la muerte del Señor (Lc 23,48).

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