Ir al contenido principal

La victoria que ha vencido al mundo es nuestra fe (1 Jn 5,1-6)

2º domingo de Pascua – B. 2ª lectura

1 Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ése ha nacido de Dios; y todo el que ama a quien le engendró, ama también a quien ha sido engendrado por Él. 2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. 3 Porque el amor de Dios consiste precisamente en que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son costosos, 4 porque todo el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 6 Éste es el que vino por el agua y por la sangre: Jesucristo. No solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y es el Espíritu quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Comentario a 1 Juan 5,1-6

El bautizado, por la fe en Jesucristo, es hecho hijo de Dios. Como consecuencia, ama a sus hermanos los hombres —no se concibe el amor al padre sin amar a los hermanos—, cumple los mandamientos y participa de la victoria de Cristo sobre el mundo. Es tan importante la fe en Jesucristo, que todo bautizado participa por ella en el triunfo del Señor. Jesús ha vencido al mundo (cfr Jn 16,33) con su muerte y su resurrección, y el cristiano —incorporado a Él por la fe— tiene a su alcance las gracias necesarias para vencer las tentaciones y participar de la misma gloria. En este texto el término «mundo» tiene un sentido peyorativo: significa todo aquello que se opone a la obra redentora de Cristo y a la consiguiente salvación de los hombres.

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

La oración del humilde traspasa las nubes (Si 35,12-14.16-18)

30º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 12 El Señor es juez , y en Él no cuenta la categoría de las personas, 13 ni hace acepción de personas contra el pobre, pero, en cambio, escucha la plegaria del oprimido . 14 No desestima la súplica del huérfano, ni de la viuda, cuando se desahoga en lamentos. 16 El que sirve a Dios será escuchado con benevolencia, su plegaria subirá hasta las nubes. 17 La oración del humilde traspasa las nubes, y hasta que no alcanza su fin no se contenta, 18 ni desiste hasta que el Altísimo la atienda, y haga justicia a los justos dictando sentencia. Comentario a Eclesiástico 35,12-18 El Sirácida dice quién es Dios —un buen pagador, juez justo, que retribuye a cada uno según sus obras— y quién es el escuchado por Dios: el que da con generosidad, el oprimido , el huérfano y la viuda, el que le sirve, el humilde . La mayor parte de estas cualidades —tanto las de Dios como las de quien se dirige a Él— las ve el lector del Nuevo Te...

El fariseo y el publicano (Lc 18,9-14)

30º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 9 Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los demás: 10 —Dos hombres subieron al Templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano . 11 El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: «Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. 12 Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo». 13 Pero el publicano, quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador». 14 Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado. Comentario...