4º domingo de Cuaresma – B. 2ª lectura
Comentario a Efesios 2,4-10
A pesar de la situación de pecado en que se encontraban tanto gentiles como judíos (vv. 1-3), el poder misericordioso de Dios ha actuado en ambos (vv. 4-5), dándonos vida en Cristo (vv. 6-7). La iniciativa ha procedido de Dios, que es «rico en misericordia» (v. 4): «En esto consiste la riqueza de misericordia, en darla a los que no la piden. Y tal es el amor de Dios para con nosotros que, puesto que nos hizo, no quiere que perezcamos, pues ama su obra» (Ambrosiaster, Ad Ephesios, ad loc.).
En la Carta a los Romanos, San Pablo había enseñado, frente a los judíos que buscaban la salvación en las obras prescritas por la Ley de Moisés, que la justificación es un don gratuito de Dios. Ahora, en un contexto distinto, ante cristianos procedentes de un mundo helénico, donde se extendían grupos que buscaban la salvación mediante una iniciación al conocimiento de los misterios, la Carta a los Efesios proclama de nuevo que la salvación no procede del hombre, sino que es un don que Dios otorga gratuitamente mediante la fe en Jesucristo. Se afirma con fuerza la gratuidad de la salvación «para evitar que a escondidas se cuele este pensamiento —dice San Jerónimo—: “Si no nos salvan nuestras propias obras, lo cierto es que al menos nuestra fe nos salva, por lo que también nos salva un medio nuestro”. Por eso añadió y dijo que tampoco la fe proviene de nuestra voluntad, sino que es un don de Dios; no porque se le quite al hombre el libre albedrío (...), sino porque indudablemente el mismo libre albedrío tiene a Dios por autor, y todo debe atribuirse a un favor suyo, incluso cuando Él mismo nos permite querer el bien» (Commentarii in Ephesios 1,2,8-9).
Comentarios