Ir al contenido principal

Jesucristo, sumo sacerdote (Hb 5,7-9)

5º domingo de Cuaresma – B. 2ª lectura

7 Él, en los días de su vida en la tierra, ofreció con gran clamor y lágrimas oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y fue escuchado por su piedad filial, 8 y, aun siendo Hijo, aprendió por los padecimientos la obediencia. 9 Y, llegado a la perfección, se ha hecho causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, 10 ya que fue proclamado por Dios Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.

Comentario a Hebreos 5,7-9

Cristo es Sumo Sacerdote, el Sumo Sacerdote que puede realmente liberarnos del pecado. Más aún, Cristo es el único Sacerdote perfecto, siendo los demás sacerdotes —los de las religiones naturales, los de la religión hebraica—, tan sólo prefiguraciones de Cristo.

Jesucristo es verda­dero sacerdote, porque fue escogido por Dios (vv. 5-6; cfr Ex 6,20; 7,1-2; 28,1-5; etc.), como lo fue Aarón, pero no según el «orden» del sacerdocio levítico, al que perteneció Aarón, sino según un orden superior a éste, el orden de Melquisedec (cfr 5,11-14; 7,1-28). «Orden» se entiende aquí en el sentido que entre los romanos se daba a un determinado rango en el ejército o a las corporaciones o cuerpos constituidos civilmente. Esta palabra se empleaba sobre todo para referirse al cuerpo de los que gobernaban. Este uso ha pasado a la Iglesia, en la expresión «Sacramento del Orden».

Cristo ejerció su sacerdocio especialmente en la Pasión (vv. 7-9). Como Sumo Sacerdote, intercedió por los hombres con su oración —se utilizan expresiones que recuerdan la agonía del Señor en Getsemaní (cfr Mt 26,39 y par.)— y se ofreció a Sí mismo en sacrificio redentor al morir en la cruz en perfecta obediencia a la voluntad del Padre. Por eso no hay contradicción entre el haber sido escuchado (v. 7) y haber sufrido (v. 8), porque Jesús no pidió a Dios Padre que le librara de la muerte sino que se hiciera su voluntad (cfr Mc 14,36). Esa obediencia fue tan grata al Padre que Jesús con su muerte hizo que fuera vencida la muerte, ha «llegado a la perfección», y es fuente de salvación eterna (v. 9).

El Catecismo de la Iglesia Católica, comentando la séptima petición del Padrenuestro, cita el v. 8 y añade: «¡Con cuánta más razón la deberemos experimentar nosotros [la obediencia], criaturas y pecadores, que hemos llegado a ser hijos de adopción en él! Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para cumplir su voluntad, su designio de salvación para la vida del mundo. Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, pero unidos a Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que agrada al Padre (cfr Jn 8,29)» (n. 2825).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Y serán los dos una sola carne (Gn 2,18-24)

27º domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura 18 Entonces dijo el Señor Dios: —No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda adecuada para él. 19 El Señor Dios formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo, y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, de modo que cada ser vivo tuviera el nombre que él le hubiera impuesto. 20 Y el hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todas las fieras del campo; pero para él no encontró una ayuda adecuada. 21 Entonces el Señor Dios infundió un profundo sueño al hombre y éste se durmió; tomó luego una de sus costillas y cerró el hueco con carne. 22 Y el Señor Dios, de la costilla que había tomado del hombre, formó una mujer y la presentó al hombre. 23 Entonces dijo el hombre: —Ésta sí es hueso de mis huesos, y carne de mi carne. Se la llamará mujer, porque del varón fue hecha. 24 Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una

Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre (Mc 10,2-16)

27º domingo del Tiempo ordinario – B. Evangelio 2 Se acercaron entonces unos fariseos que le preguntaban, para tentarle, si le es lícito al marido repudiar a su mujer. 3 Él les respondió: —¿Qué os mandó Moisés? 4 —Moisés permitió darle escrito el libelo de repudio y despedirla —dijeron ellos. 5 Pero Jesús les dijo: —Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto. 6 Pero en el principio de la creación los hizo hombre y mujer. 7 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, 8 y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. 9 Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. 10 Una vez en la casa, sus discípulos volvieron a preguntarle sobre esto. 11 Y les dijo: —Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; 12 y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio. 13 Le presentaban unos niños para que los tomara en sus brazos; pero los dis

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la