Ir al contenido principal

Todo coopera para el bien de los que aman a Dios (Rm 8,28-30)

17º domingo del Tiempo ordinario – A . 2ª lectura
28 Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, de los que son llamados según su designio. 29 Porque a los que de antemano eligió también predestinó para que lleguen a ser conformes a la imagen de su Hijo, a fin de que él sea primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó también los llamó, y a los que llamó también los justificó, y a los que justificó también los glorificó.
Nada del porvenir es dejado por Dios al acaso. Elección, predestinación, llamamiento, justificación y glorificación forman parte de su designio salvador: «Todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios» (v. 28). El sentido de la filiación divina nos hace descubrir que los acontecimientos de nuestra vida están dirigidos por la amable Voluntad de Dios y nos llena de esperanza y paz.
Las palabras inspiradas del Apóstol son punto de apoyo del sentido de filiación divina en la vida y en la catequesis de San Josemaría Escrivá, quien enseñó a vivirlo a millares de personas: «Es preciso convencerse de que Dios esta junto a nosotros de continuo. —Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también esta siempre a nuestro lado. —Y está como un Padre amoroso —a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos—, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando. (...) Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que esta junto a nosotros y en los cielos» (Camino, n. 267). «La filiación divina llena toda nuestra vida espiritual, porque nos enseña a tratar, a conocer, a amar a nuestro Padre del Cielo, y así colma de esperanza nuestra lucha interior, y nos da la sencillez confiada de los hijos pequeños. Más aún: precisamente porque somos hijos de Dios, esa realidad nos lleva también a contemplar con amor y con admiración todas las cosas que han salido de las manos de Dios Padre Creador. Y de este modo somos contemplativos en medio del mundo, amando al mundo» (Es Cristo que pasa, n. 65). «Parece que el mundo se te viene encima. A tu alrededor no se vislumbra una salida. Imposible, esta vez, superar las dificultades. —Pero, ¿me has vuelto a olvidar que Dios es tu Padre?: omnipotente, infinitamente sabio, misericordioso (...). Eso que te preocupa, te conviene, aunque los ojos tuyos de carne estén ahora ciegos. —Omnia in bonum!» (Via Crucis 9,4).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Un Dios que perdona (Lc 15,1-32)

24º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 1 Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. 2 Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: —Éste recibe a los pecadores y come con ellos. 3 Entonces les propuso esta parábola: 4 —¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y sale en busca de la que se perdió hasta encontrarla? 5 Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, 6 y, al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: «Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió». 7 Os digo que, del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión. 8 ¿O qué mujer, si tiene diez dracmas y pierde una, no enciende una luz y barre la casa y busca cuidadosa...

El Señor renunció al mal que había anunciado (Ex 32,7-11.13-14)

24º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 7 En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: —Anda, baja porque se ha pervertido tu pueblo, el que sacaste del país de Egipto. 8 Pronto se han apartado del camino que les había ordenado. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han exclamado: «Éste es tu dios, Israel, el que te ha sacado del país de Egipto». 9 Y dijo el Señor a Moisés: —Ya veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. 10 Ahora, deja que se inflame mi cólera contra ellos hasta consumirlos; de ti, en cambio, haré un gran pueblo. 11 Moisés entonces suplicó al Señor, su Dios, diciendo: —¿Por qué, Señor, ha de inflamarse tu cólera contra tu pueblo, al que has sacado del país de Egipto con gran poder y mano fuerte? 13 Acuérdate d...