33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...
13 Fuera de ti no hay otro Dios que se cuide de todo,
al que tengas que explicar que no juzgaste injustamente.
16 Tu poder es el principio de la justicia,
y el ser Señor de todas las cosas te hace perdonar a todos.
17 Muestras tu fuerza al que no cree en la perfección de tu poder,
y a quienes la reconocen dejas convictos de su atrevimiento.
18 Tú, dueño de la fuerza, juzgas con benignidad,
y nos gobiernas con gran indulgencia;
porque, cuando quieres, haces valer tu poder.
19 Por estos hechos enseñaste a tu pueblo
que el justo ha de ser amigo del hombre,
y llenaste a tus hijos de buena esperanza,
pues, después de pecar, das ocasión para el arrepentimiento.
La perícopa está impregnada de la fe más recia en la bondad y poder de Dios, que es único y omnipotente y no tiene que rendir cuentas a nadie (vv. 13-14). Aquí el libro de la Sabiduría conecta con la tradición sapiencial (cfr por ej., Jb 9) y con la profética (cfr por ej., Is 45,9-13; Jr 18,5-11). Su omnímodo poder no convierte a Dios en un tirano injusto, sino todo lo contrario: Dios es siempre justo (vv. 15-17). Tampoco su justicia está reñida con su misericordia y benignidad. Así lo muestra especialmente con Israel, que cree en Él, pero también con todos los hombres, cuyas malas obras castiga con indulgencia para darles ocasión de convertirse de su malicia (vv. 18-25). No dejará de castigar, sin embargo, a los que se empecinan en su incredulidad y malicia (vv. 26-27). Esta enseñanza será recogida también en el Nuevo Testamento: cfr, por ej., Mc 16,15-16.

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