Así dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio:
19 Te depondré de tu cargo,
te derrocaré de tu puesto.
20 Aquel día
llamaré a mi siervo Eliaquim, hijo de Jilquías.
21 Lo revestiré con tu túnica,
le ceñiré con tu cinturón,
pondré en su mano tu poder,
y será un padre para los habitantes de Jerusalén
y para la casa de Judá.
22 Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro:
abrirá y no habrá quien cierre,
cerrará y no habrá quien abra.
23 Lo hincaré como clavo en sitio firme,
y será un trono de gloria para la casa de su padre.
Sebná era un importante funcionario de la corte real, que es también mencionado en otros textos (Is 36,3.11.22; 37,2 y 2 R 18,26.37; 19,2). Quizá fue un extranjero que, después de gozar de gran predicamento en el palacio de Ezequías, fue desplazado y sustituido por Eliaquim. Isaías le reprocha a Sebná su afán de ostentación (v. 16) y le anuncia su destitución (vv. 17-19.25). Su sucesor, Eliaquim, hijo de Jilquías (vv. 20-24), será quien el 701 a .C., durante el asedio asirio de Jerusalén, conducirá la delegación encargada por el rey de negociar con las fuerzas enemigas (cfr 2 R 18,18-19,2).
Cualesquiera que fueran las circunstancias históricas en que se pronunció el oráculo, las palabras del v. 22 tuvieron notable resonancia en el Nuevo Testamento. La primera parte del versículo evoca las palabras de Jesús a Pedro al darle «las llaves del Reino» (Mt 16,19). En este sentido puede ser útil recordar que el mayordomo de palacio era el que, como representante del rey, cada día abría y cerraba la vida administrativa del pueblo. El texto de la segunda parte de ese mismo versículo es aplicado en el Apocalipsis al Mesías, «el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David» (Ap 3,7), porque Jesús, el Mesías, como nuevo David abre las puertas del cielo. La liturgia de la Iglesia , entre las célebres «antífonas de la O » previas a la Navidad , canta a Cristo bajo este título mesiánico: «Llave de David y cetro de la casa de Israel, Tú, que reinas sobre el mundo, ven a libertar a los que en tinieblas te esperan» (Liturgia de las Horas, Antífona de Vísperas del 20 de diciembre).
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