33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...
3º domingo del Tiempo ordinario – A . 1ª lectura
23 Pero no habrá más tinieblas
donde había angustia.
Así como en el tiempo primero menospreció la tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí, en el tiempo postrero honrará el camino del Mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles.
1 El pueblo que caminaba en tinieblas
vio una gran luz,
a los que habitaban en tierra de sombras de muerte,
les ha brillado una luz.
2 Multiplicaste el gozo,
aumentaste la alegría.
Se alegran en tu presencia
con la alegría de la siega,
como se gozan al repartirse el botín.
3 Porque el yugo que los cargaba,
la vara de su hombro,
el cetro que los oprimía,
los quebraste como el día de Madián.
Comienza a hacerse presente, aún entre sombras, la figura del rey Ezequías, que a diferencia de su padre Ajaz, fue un rey piadoso que confió totalmente en el Señor. Después de que Galilea fuera devastada por Teglatpalasar III de Asiria, con la consiguiente deportación del pueblo que vivía allí (cfr Is 8,21-22), el rey Ezequías de Judá reconquistaría esa zona, que recobraría su proverbial esplendor durante un cierto tiempo. Estos sucesos abrieron de nuevo paso a la esperanza.
Esa reconquista efímera de Galilea realizada por Ezequías ha sido vista sólo como anuncio de la definitiva salvación realizada por Jesucristo. San Mateo ve en el comienzo del ministerio de Jesús en Galilea (Mt 4,12-17) el cumplimiento de este oráculo de Isaías (cfr 8,23-9,1): las tierras que en tiempo del profeta se encontraban devastadas y a las que los asirios habían llevado gentes extranjeras para colonizarlas, han sido las primeras en recibir la luz de la salvación del Mesías.

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