Bautismo del Señor. Evangelio - A
13 Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para
ser bautizado por Juan. 14 Pero éste se resistía diciendo:
—Soy yo quien
necesita ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí?
15 Jesús le respondió:
—Déjame ahora,
así es como debemos cumplir nosotros toda justicia.
Entonces Juan
se lo permitió. 16 Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús
salió del agua; y entonces se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios
que descendía en forma de paloma y venía sobre él. 17 Y una voz
desde los cielos dijo:
—Éste es mi
Hijo, el amado, en quien me he complacido.
¿Por qué Jesús debía pasar por este bautismo si no
tenía pecado que purificar (cfr Hb 4,15)? Tampoco los evangelistas soslayan
esta dificultad. Las palabras de Juan el Bautista, con su resistencia a
bautizar a Jesús (Mt 3,14), lo indican también. Pero ni los evangelios ni la
tradición cristiana, que está en su origen y que les sigue, omitieron el
relato.
La narración deja entrever que Jesús, al acudir al
bautismo de Juan, manifiesta que también Él secunda el plan dispuesto por Dios
de preparar a su pueblo por medio de los profetas. De este modo el Señor cumple
«toda justicia» (v. 15), es decir, todo lo establecido por Dios. Como enseña el
Catecismo de la Iglesia Católica,
el Bautismo de Jesús representa «la aceptación y la inauguración de su misión
de Siervo doliente» (n. 536). Es decir, Jesús es el Siervo anunciado por el
profeta Isaías, que, como Cordero llevado al matadero, acepta mansa y
humildemente la misión que el Padre le encomienda.
Jesús se hace bautizar prefigurando con ello su
bautismo de sangre, su muerte en la cruz, para la remisión de los pecados. Por
amor se somete por completo a la voluntad del Padre, y el Padre se conmueve y
acepta complacido la ofrenda de su Hijo (v. 17).
La incoación de la misión de Cristo —su muerte por
nuestros pecados, para que podamos resucitar a una vida nueva— significada en
el pasaje hizo del Bautismo de Cristo signo de nuestro bautismo. Así lo recoge
la doctrina cristiana: «Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente
a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en
este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua
con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse,
en el Hijo, en hijo amado del Padre y “vivir una vida nueva” (Rm 6,4)» (Catecismo de la Iglesia Católica,
n. 537).
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