18º domingo del Tiempo ordinario
– C. 2ª lectura
1 Así
pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo
está sentado a la derecha de Dios; 2 sentid las cosas de arriba, no
las de la tierra. 3 Pues habéis muerto, y vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifieste, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.
5 Mortificad,
pues, lo que hay de terrenal en vuestros miembros: la fornicación, la impureza,
las pasiones, la concupiscencia mala y la avaricia que es una idolatría. 9
No os engañéis unos a otros, ya que os habéis despojado del hombre viejo
con sus obras 10 y os habéis revestido del hombre nuevo, que se
renueva para lograr un conocimiento pleno según la imagen de su creador, 11
para quien no hay griego o judío, circuncisión o no circuncisión, bárbaro
o escita, siervo o libre, sino que Cristo es todo en todos.
Por el Bautismo el cristiano participa
de la vida gloriosa de Jesucristo resucitado. Por eso, Cristo debe llenar todos
los horizontes de su vida. «Mi amor está crucificado (...). No me satisfacen
los alimentos corruptibles y los placeres de este mundo. Lo que yo quiero es el
pan de Dios, que es la carne de Cristo, nacido de la descendencia de David, y
no deseo otra bebida que su sangre, que es la caridad incorruptible» (S.
Ignacio de Antioquía, Ad Romanos
6,1-9,3). El deseo de vivir con Cristo proporciona una nueva perspectiva a la
existencia en este mundo: «Los cristianos, peregrinando hacia la ciudad
celeste, deben buscar y gustar las cosas de arriba (cfr vv. 1-2), lo cual en
nada disminuye la importancia de la obligación que les incumbe de trabajar con
todos los hombres en la construcción de un mundo más humano» (Conc. Vaticano
II, Gaudium et spes, n. 57).
Comentarios