Ir al contenido principal

Confesión de Pedro (Lc 9,18-24)

12º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio
18 Cuando estaba haciendo oración a solas, y se encontraban con él los discípulos, les preguntó:
—¿Quién dicen las gentes que soy yo?
19 Ellos respondieron:
—Juan el Bautista. Pero hay quienes dicen que Elías, y otros que ha resucitado uno de los antiguos profetas.
20 Pero él les dijo:
—Y vosotros ¿quién decís que soy yo?
Respondió Pedro:
—El Cristo de Dios.
21 Pero él les amonestó y les ordenó que no dijeran esto a nadie.
22 Y añadió que el Hijo del Hombre debía padecer mucho y ser rechazado por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día.
23 Y les decía a todos:
—Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día, y que me siga. 24 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará.
Los tres primeros evangelios recogen la confesión de fe de San Pedro. Lucas la narra de manera más condensada que los otros dos (cfr notas a Mt 16,13-20; Mc 8,27-30). Hay, sin embargo, un aspecto característico en el tercer evangelio: mientras los otros dos recuerdan que el episodio sucedió en Cesarea de Filipo, San Lucas omite la referencia geográfica y rememora, en cambio, la oración de Jesús (v. 18) presente en los momentos trascendentales de su ministerio (cfr 3,21; 6,12; 9,28; etc.).
La preeminencia de Pedro entre los Doce es reiterada de una u otra manera en los cuatro evangelios. Aquí no se recoge, como en San Mateo (Mt 16,17-19), el don del Primado a Pedro; en cambio, el relato de la Última Cena (cfr 22,31-34) del tercer evangelista sí subraya la responsabilidad de Pedro respecto del Colegio Apostólico: «De todos se elige a Pedro, a quien se pone al frente de la misión universal de la Iglesia, de todos los apóstoles y de todos los Padres de la Iglesia; y, aunque en el pueblo de Dios hay muchos sacerdotes y muchos pastores, a todos los gobierna Pedro, aunque todos son regidos eminentemente por Cristo. La bondad divina ha concedido a este hombre una excelsa y admirable participación de su poder, y todo lo que tienen de común con Pedro los otros jerarcas les es concedido por medio de Pedro» (S. León Magno, Sermo 4 in anniversario ordinationi suae 2).
La reprensión a Pedro —que originó estas palabras de Jesús sobre el misterio de la cruz (cfr Mt 16,21-28; Mc 8,31-9,1)— no es recogida por Lucas. Jesús es el Cristo y, como señala el episodio de la Transfiguración, su destino es la gloria. Pero su misión pasa por la cruz. Por tanto, quien quiera seguirle, no puede pretender otro camino. La pasión y la cruz son episodios claves en la vida de Cristo, y por ello son también el primer peldaño de la vida cristiana: «Aquel que ama los placeres, que busca sus comodidades, que huye las ocasiones de sufrir, que se inquieta, que murmura, que reprende y se impacienta porque la cosa más insignificante no marcha según su voluntad y deseo, el tal, de cristiano sólo tiene el nombre; solamente sirve para deshonrar su religión, pues Jesucristo ha dicho: Aquel que quiera venir en pos de mí, renúnciese a sí mismo, lleve su cruz todos los días de su vida, y sígame» (S. Juan B. María Vianney, Sermón sobre la penitencia del Miércoles de Ceniza).

Significativamente, el Señor añade que el cristiano debe renovar el ejercicio de llevar la cruz «cada día» (v. 23), porque la salvación llega en un momento preciso, «ahora» (4,21; 5,25; 19,9.42), y por eso cada momento puede ser el definitivo de la salvación: «Me preguntas: ¿Por qué esa cruz de palo? —Y copio de una carta: “Al levantar la vista del microscopio, la mirada va a tropezar con la cruz negra y vacía. Esta Cruz sin crucificado es un símbolo. Tiene una significación que los demás no verán. Y el que, cansado, estaba a punto de abandonar la tarea, vuelve a acercar los ojos al ocular y sigue trabajando: porque la Cruz solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella”» (S. Josemaría Escrivá, Camino, n. 277).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Comed, que sobrará (2 R 4,42-44)

17º domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura 42 Vino un hombre de Baal-Salisá y trajo al hombre de Dios pan de las primicias, veinte panes de cebada y trigo nuevo en su alforja. Y dijo Eliseo: —Dadlo a la gente para que coma. 43 Pero su administrador replicó: —¿Qué voy a dar con esto a cien hombres? Le respondió: —Dáselo a la gente y que coman, porque así dice el Señor: «Comed, que sobrará». 44 Él les sirvió; comieron y sobró conforme a la palabra del Señor. Baal-Salisá estaba situada a unos 25 km. al oeste de Guilgal. Puesto que el pan de las primicias estaba destinado a Dios (cfr Lv 23,17-18) aquel hombre se lo ofrece a Eliseo como profeta del Señor; pero éste, dada la carestía existente, quiere compartirlo. Es probable que esos cien hombres pertenecieran a los círculos proféticos con los que vivía Eliseo. Eliseo da la orden de repartir el pan, a la vez que pronuncia el oráculo que ha recibido de Dios (v. 43), y el prodigio se realiza. También Jesucristo obr

La multiplicación de los panes (Jn 6,1-15)

17º domingo del Tiempo ordinario – B. Evangelio 1 Después de esto partió Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, el de Tiberíades. 2 Le seguía una gran muchedumbre porque veían los signos que hacía con los enfermos. 3 Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. 4 Pronto iba a ser la Pascua , la fiesta de los judíos. 5 Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, le dijo a Felipe: —¿Dónde vamos a comprar pan para que coman éstos? 6 —lo decía para probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le respondió: —Doscientos denarios de pan no bastan ni para que cada uno coma un poco. 8 Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 —Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es esto para tantos? 10 Jesús dijo: —Mandad a la gente que se siente —había en aquel lugar hierba abundante. Y se sentaron un total de unos cinco mil hombres. 11 Jesús tomó los panes y, desp

Pecado y arrepentimiento de David (2 S 12,7-10.13)

11º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 7 Dijo entonces Natán a David: —Tú eres ese hombre. Así dice el Señor, Dios de Is­rael: «Yo te he ungido como rey de Israel; Yo te he librado de la mano de Saúl; 8 te he entregado la casa de tu señor y he puesto en tu regazo las mujeres de tu señor; te he dado la casa de Israel y de Judá; y, por si fuera poco, voy a añadirte muchas cosas más. 9 ¿Por qué has despreciado al Señor, haciendo lo que más le desagrada? Has matado a espada a Urías, el hitita; has tomado su mujer como esposa tuya y lo has matado con la espada de los amonitas. 10 Por todo esto, por haberme despreciado y haber tomado como esposa la mujer de Urías, el hitita, la espada no se apartará nunca de tu casa». 13 David dijo a Natán: —He pecado contra el Señor. Natán le respondió: —El Señor ya ha perdonado tu pecado. No morirás. En el párrafo anterior a éste, Natán acaba de interpelar a David con una de las parábolas más bellas del Antiguo Testamento provoca