14º domingo del Tiempo ordinario – B. 2ª lectura
7b Para que no me engrí, me fue clavado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás, para que me abofetee, y no me envanezca. 8 Por esto, rogué tres veces al Señor que lo apartase de mí; 9 pero Él me dijo: «Te basta mi gracia, porque la fuerza se perfecciona en la flaqueza». Por eso, con sumo gusto me gloriaré más todavía en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. 10 Por lo cual me complazco en las flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones y angustias, por Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Comentario a 2 Corintios 12, 7-10
«Me fue clavado un aguijón en la carne» (v. 7). San Juan Crisóstomo ve en esta expresión las tribulaciones y continuas persecuciones padecidas por el Apóstol. San Agustín, por su parte, piensa que se trata de una enfermedad física, crónica y molesta. Sólo a partir de San Gregorio Magno comenzó a hablarse de tentaciones de concupiscencia. En todo caso, este gesto de sencillez por parte del Apóstol y la consiguiente respuesta divina «te basta mi gracia» (v. 10) son fuente de innumerables enseñanzas para la lucha ascética, pues enseñan que la actitud cristiana ante la propia debilidad es confiar en la ayuda divina. «Porque Dios libra de las tribulaciones no cuando las hace desaparecer (...), sino cuando con la ayuda de Dios no nos abatimos al sufrir tribulación» (Orígenes, De oratione 30,1).
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