Ir al contenido principal

Guarda sus leyes y preceptos (Dt 4,32-34.39-40)

Santísima Trinidad – B. 1ª lectura

32Interroga, pues, a los tiempos antiguos que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: de un extremo al otro de los cielos ¿se ha producido alguna vez un acontecimiento tan imponente como éste, o se escuchó algo semejante? 33 ¿Oyó pueblo alguno la voz de Dios hablándole desde el fuego, como tú le oíste, y quedó con vida? 34 O ¿intentó Dios jamás venir a elegirse un pueblo de en medio de otra nación, con pruebas y señales, con milagros y guerra, con mano fuerte y brazo extendido y causando enormes terrores, como hizo por vosotros el Señor, vuestro Dios, en Egipto, ante tus propios ojos?
39 Por tanto, reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es el Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra: no hay otro. 40 Guarda sus leyes y sus preceptos que yo te ordeno hoy, para que os vaya bien a ti y a los hijos que te sucedan, y para que tengáis larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre.

Comentario a Deuteronomio 4,32-40

Hay en este final del primer discurso una importante enseñanza teológica: el profundo concepto de Dios Uno (monoteísmo); la elección de Israel co­mo pueblo específico de Dios; la providencia singular y benévola hacia este pueblo; la potencia de Dios, manifestada en prodigios a favor del pueblo elegido; y la consecuencia: Israel debe ser fiel al único Dios, guardando sus mandamientos y dándole sólo a Él el culto debido; de ese modo seguirá gozando de la protección divina.

Éste y otros pasajes de los libros sagrados muestra el gran esfuerzo de los autores inspirados por actualizar la enseñanza de tradiciones religiosas antiguas y aplicarlas a las situaciones y necesidades de los israelitas de épocas posteriores; de ahí, quizá, las frecuentes llamadas a la fidelidad a la Alianza, pues es de ella de la que en última instancia derivaban esas tradiciones.

«A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que su Dios sólo tenía una razón para revelársele y escogerlo entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito (cfr Dt 4,37; 7,8; 10,15). E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que también por amor Dios no cesó de salvarlo (cfr Is 43,1-7) y de perdonarle su infidelidad y sus pecados (cfr Os 2)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 218).

La fórmula deuteronómica «el Señor es el Dios (ha-Elohim, a saber, el Dios Único) y no hay otro excepto Él» (v. 35), que aparece repetidas veces (cfr 4,39; 6,4; 32,39; etc.), constituye también la esencia de la predicación profética (cfr Jr 2,11-33; Is 41,2-29; 44,6; 46,9). Los Profetas se esfuerzan por atraer o mantener a Israel en la fidelidad al Dios Uno y Único que se reveló a los patriarcas y a Moisés, y contribuyeron al desarrollo y profundización del monoteísmo, de la universalidad del poder de Yahwéh, de sus exigencias mo­rales, etc. Pero el núcleo de toda esa enseñanza lo encontramos expuesto, de modo profundo y concreto, en el Deuteronomio. Esta doctrina tiene amplia repercusión en la idea del Señor como «Dios celoso» (cfr Ex 20,5) que exige la total sumisión de sus fieles y no es compatible con las divinidades a las que otros pueblos rinden culto (cfr Ex 20,3).

La práctica del bien, de los mandamientos de la Ley de Dios, es causa de vida (v. 40) entendida en principio como duración de la vida presente, mientras el pecado acarrea con frecuencia la desgracia o la muerte, como castigos divinos (cfr Ez 18,10-13; 18,19-20; etc.). Que Dios retribuye al hombre con justicia, premiándolo o castigándolo, más tarde o más temprano, por el bien o el mal que haga, es doctrina constante a lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento. En textos antiguos, el acento cae sobre el premio o castigo durante la vida presente. En el Nuevo Testamento se acentúa la transcendencia de la retribución divina para la vida futura. No es de extrañar ese perfeccionamiento progresivo del horizonte ético: es la pedagogía divina que enseña a los hombres, poco a poco, contando con el tiempo y con la gracia.

Comentarios

Fer ha dicho que…
Leo, agradezco estos comentarios y me aprovechan. Si sirve para procurar su lisibilidad hago notar que al INICIO el tercer párrafo del comentario a la lectura del Deuteronomio en la Fiesta de la Trinidad (B) ha debido haber un "traspapeleo" en algún corta-y-pega...
Muchas gracias, Fernando
Francisco Varo ha dicho que…
Ya está arreglado. En efecto hubo un error al pasar el texto de mi ordenador a la plataforma del blog. Muchas gracias por avisar

Entradas más visitadas de este blog

Abrahán recibe a tres peregrinos (Gn 18,1-10a)

16º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 1 El Señor se manifestó a Abrahán junto a la encina de Mambré, cuando estaba sentado a la puerta de la tienda en lo más caluroso del día. 2 Abrahán alzó la vista y vio que tres hombres estaban de pie junto a él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se postró en tierra 3 diciendo: —Mi Señor, si he hallado gracia a tus ojos, no pases sin detenerte junto a tu siervo. 4 Haré que traigan un poco de agua para que os lavéis los pies, y descansaréis bajo el árbol; 5 entretanto, traeré un trozo de pan para que reparéis vuestras fuerzas, y luego seguiréis adelante, pues por algo habéis pasado junto a vuestro siervo. Contestaron: —Sí, haz como has dicho. 6 Abrahán corrió a la tienda donde estaba Sara y le dijo: —Date prisa, amasa tres seim de flor de harina y haz unas tortas. 7 Él fue corriendo a la vacada, tomó un hermoso ternero recental y lo entregó a su siervo que se dio prisa en prepararlo. 8 Lu...

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Marta y María (Lc 10,38-42)

16º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 38 Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa. 39 Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40 Pero Marta andaba afanada con numerosos quehaceres y poniéndose delante dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de servir? Dile entonces que me ayude. 41 Pero el Señor le respondió: —Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. 42 Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada. El evangelio nos habla en varias ocasiones (cfr Jn 11,1-45; 12,1-10) de estos tres hermanos —Lázaro, Marta y María— con los que Jesús tenía un trato de amistad. Las palabras de Jesús no son tanto un reproche a Marta como un elogio encendido de la actitud de María, que escucha la palabra del Señor: «Aquélla se agitaba, ésta se alimentaba; aquélla disponía much...