Solemnidad de Jesucristo Rey del
universo – B. Evangelio
33 Pilato
entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
—¿Eres tú el Rey de los judíos?
34 Jesús
contestó:
—¿Dices esto por ti mismo, o te lo han
dicho otros de mí?
35 —¿Acaso
soy yo judío? —respondió Pilato—. Tu gente y los príncipes de los sacerdotes te
han entregado a mí: ¿qué has hecho?
36 Jesús
respondió:
—Mi reino no es de este mundo; si mi
reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado
a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
37 Pilato
le dijo:
—¿O sea, que tú eres Rey?
Jesús contestó:
—Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he
nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo
el que es de la verdad escucha mi voz.
Ante el sumo pontífice la acusación contra Jesús había sido religiosa
(ser Hijo de Dios, cfr Mt 26,57-68). Ahora ante Pilato es de carácter político.
Con ella quieren comprometer la autoridad del Imperio romano: Jesús, al
declararse Mesías y Rey de los judíos, aparecía un revolucionario que
conspiraba contra el César. A Pilato no le incumbe intervenir en cuestiones
religiosas, pero, como la acusación que le presentan contra Jesús afecta al
orden público y político, su interrogatorio comienza obviamente con la
averiguación de la denuncia fundamental: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» (v.
33).
Jesús, al contestar con una nueva pregunta, no rehúye la respuesta,
sino que quiere, como siempre, dejar en claro el carácter espiritual de su
misión. Realmente la respuesta no era fácil. Desde la perspectiva de un gentil,
un rey de los judíos era sencillamente un conspirador contra el Imperio; y,
desde la perspectiva de los judíos nacionalistas, el Rey Mesías era el
libertador político-religioso que les conseguiría la independencia. La
verdad del mesianismo de Cristo transciende por completo ambas concepciones, y
es lo que Jesús explica al procurador (v. 36), aun sabiendo la enorme
dificultad que entraña entender la verdadera naturaleza del Reino de Cristo.
«Verdad y justicia; paz y gozo en el Espíritu Santo. Ese es el reino de Cristo:
la acción divina que salva a los hombres y que culminará cuando la historia
acabe, y el Señor, que se sienta en lo más alto del paraíso, venga a juzgar
definitivamente a los hombres» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 180).
Éste
es el sentido profundo de su realeza: su reino es «el reino de la
Verdad y la Vida, el reino de la Santidad y la Gracia, el reino de la
Justicia, el Amor y la Paz» (Misal Romano, Prefacio de la Misa de Cristo Rey).
Cristo reina sobre aquellos que aceptan y viven la Verdad por Él revelada: el
amor del Padre (3,16; 1 Jn 4,9).
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