Domingo 5º de Pascua – C. Evangelio
31 Cuando
salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
—Ahora es glorificado el Hijo del
Hombre y Dios es glorificado en él. 32 Si Dios es glorificado en él,
también Dios le glorificará a él en sí mismo; y pronto le glorificará.
33a Hijos,
todavía estoy un poco con vosotros. 34 Un mandamiento nuevo os doy:
que os améis unos a otros. Como yo os he amado, amaos también unos a otros. 35
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a
otros.
Los preceptos del Señor se resumen en uno solo: el Mandamiento Nuevo
del amor (vv. 34-35). El precepto de la caridad compendia toda la ley de la Iglesia y es signo
distintivo del cristiano: «Todos pueden signarse con la señal de la cruz de
Cristo; todos pueden responder amén; todos pueden cantar aleluya; todos pueden
hacerse bautizar, entrar en las iglesias, construir los muros de las basílicas.
Pero los hijos de Dios no se distinguen de los hijos del diablo sino por la caridad. Los que
practican la caridad son nacidos de Dios; los que no la practican no son
nacidos de Dios. ¡Señal importante, diferencia esencial! Ten lo que quieras, si
te falta esto sólo, todo lo demás no sirve para nada; y si te falta todo y no
tienes más que esto, ¡has cumplido la ley!» (S. Agustín, In Epistolam Ioannis ad Parthos 5,7). Las palabras «como yo os he
amado» dan al precepto un sentido y un contenido nuevos: la medida del amor
cristiano no está en el corazón del hombre, sino en el corazón de Cristo (cfr
Mt 5,43-48).
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