33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...
14 Entonces Pedro, de pie con los once, alzó la voz para hablarles así:
— 36 Sepa con seguridad toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis.
37 Al oír esto se dolieron de corazón y les dijeron a Pedro y a los demás apóstoles:
—¿Qué tenemos que hacer, hermanos?
38 Pedro les dijo:
—Convertíos, y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39 Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos los que quiera llamar el Señor Dios nuestro.
40 Con otras muchas palabras dio testimonio y les exhortaba diciendo:
—Salvaos de esta generación perversa.
41 Ellos aceptaron su palabra y fueron bautizados; y aquel día se les unieron unas tres mil almas.
El Bautismo que prescribe el Apóstol no es como el del Bautista, sino que incluye el don del Espíritu Santo (Hch 2,38; cfr 1,5; Lc 3,3.16). «Bautizarse en el nombre de Jesucristo» no denota literalmente una forma litúrgica empleada por los Apóstoles, en lugar de la fórmula trinitaria que aparece en Mt 28,19. En un documento de comienzos del siglo II, la Didaché , o Doctrina de los Doce Apóstoles, se indica que se debe bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, sin que ello sea obstáculo para que en otros pasajes se hable de «los bautizados en el nombre del Señor» (cfr Didaché 7,1; 9,5). La expresión bautizarse en el nombre de Cristo significa por tanto el sacramento instituido por Jesucristo, mediante el cual se adquiere la condición de cristiano.

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