7º domingo del Tiempo ordinario – B.
1ª lectura
18 «No recordaréis las cosas pasadas,
ni pensaréis
en las cosas antiguas.
19 Mirad que voy a hacer cosas nuevas;
ya
despuntan, ¿no os dais cuenta?
Voy a abrir
camino en el desierto,
y ríos en la
estepa.
21 El pueblo que formé para mí
proclamará
mi alabanza.
22 Pero tú, Jacob, no me invocaste,
pues
sentiste tedio de mí, Israel.
24b Me afligiste con tus pecados,
me agobiaste
con tus culpas.
25Yo, Yo soy quien borra tus delitos por mí mismo,
y no
recordaré tus pecados.
Este oráculo forma parte del núcleo doctrinal del «Libro de la Consolación »
(40,1-48,22), en donde el éxodo de Egipto es el prototipo de todas las liberaciones
realizadas por el Señor. De modo más inmediato apunta a la vuelta de los
desterrados de Babilonia. Aunque lo acontecido en la salida de Egipto fue
grandioso y digno de ser ponderado, se quedará corto ante un éxodo que será
realmente «nuevo» porque su grandeza supera a todo lo antiguo (cfr vv. 18-19).
El vaticinio está construido con esmero. Comienza reconociendo a Dios mediante
una enumeración abigarrada de los títulos divinos tantas veces repetidos:
Señor, Redentor, Santo de Israel, creador y Rey (vv. 14-15); sigue el anuncio
del nuevo éxodo teniendo como modelo la tradición del antiguo, sin nombrarlo
(vv. 16-21); recuerda luego las infidelidades del pueblo con dolor pero con
serenidad (vv. 22-24); y termina confesando el perdón divino en un esquema
procesal (vv. 25-28). Con esta técnica rebuscada destaca la iniciativa y el
protagonismo de Dios en la historia del pueblo.
Las palabras del profeta infunden esperanza en un pronto regreso y dan
fuerzas para afrontar la gran tarea de la reconstrucción religiosa de Israel.
Pero en todos los momentos de la historia recuerdan también que el Señor nunca
abandona a sus elegidos, y constantemente los invita a recomenzar en sus
empeños de fidelidad con ardor renovado. Sólo es necesario que, acudiendo a la
misericordia de Dios, reconozcan sus culpas. Por eso San Gregorio Magno empleaba la referencia judicial del v. 26
como una imagen del examen de conciencia que lleva al reconocimiento de los
pecados: «La conciencia acusa, la razón juzga, el temor ata, el dolor atormenta»
(Moralia in Iob 25,7,12-13).
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