7º domingo del Tiempo ordinario – B.
2ª lectura
18 Por la fidelidad de Dios, que la palabra que os
dirigimos no es sí y no. 19 Porque Jesucristo, el Hijo de Dios —que
os predicamos Silvano, Timoteo y yo— no fue sí y no, sino que en él se ha hecho
realidad el sí. 20 Porque cuantas promesas hay de Dios, en él tienen
su sí; por eso también decimos por su mediación el Amén a Dios para su gloria. 21
Y es Dios quien nos confirma con vosotros en Cristo, y quien nos ungió, 22
y quien nos marcó con su sello, y nos dio como arras el Espíritu en
nuestros corazones.
San Pablo se había propuesto ir a Corinto, Macedonia, Corinto y Judea.
Sin embargo, la visita a Corinto se retrasó por alguna razón que se desconoce,
quizás por algún incidente desagradable ocurrido en una visita anterior (cfr 2
Co 2,5-11). San Pablo justifica su cambio de programa con tres razones
adecuadas: la fidelidad a Dios y a Cristo que es el sí del Padre (v. 19), la obediencia a Dios a quien prestamos
asentimiento y sumisión, cuando decimos el Amén (v. 20), y el deseo de no
entristecer a los corintios (v. 23).
«Nos marcó con su sello» (v. 22). El sello es un símbolo cercano al de
la unción, uno de los más significativos del Espíritu Santo: «Como la imagen
del sello [sphragis] indica el
carácter indeleble de la Unción
del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del
Orden, esta imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para
expresar el “carácter” imborrable impreso por estos tres sacramentos, los
cuales no pueden ser reiterados» (Catecismo
de la Iglesia
Católica , n. 698). Como en otros lugares de la carta (cfr
3,3; 13,13) se mencionan aquí las tres personas de la Santísima Trinidad :
Dios (Padre) que nos ha ungido (v. 21), el Hijo, Cristo, que nos sostiene y el
Espíritu Santo que se nos da como primicia o arras.
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