10º domingo del Tiempo ordinario – C.
1ª lectura
17Después
de todo esto, el hijo de la viuda cayó enfermo, y su enfermedad se agravó hasta
el punto de que al niño ya no le quedó aliento. 18Entonces ella le
dijo a Elías:
—¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre
de Dios? ¿Has venido para recordarme mi pecado y traer la muerte a mi hijo?
19Él
le contestó:
—Déjame a tu hijo.
Lo tomó de su regazo, lo llevó a la
habitación de arriba donde él residía y lo acostó sobre su cama. 20Después
clamó al Señor y dijo:
—¡Señor, Dios mío! ¿También vas a
hacer daño a la viuda que me ha dado hospedaje dejando morir a su hijo?
21Se
tendió tres veces sobre el niño y clamó al Señor diciendo:
—¡Señor, Dios mío, que la vida de este
niño vuelva a él!
22El
Señor escuchó la voz de Elías y la vida del niño volvió de nuevo a él, y
revivió. 23Elías tomó al niño y lo bajo de la habitación alta de la
casa. Lo entregó a su madre y le dijo:
—Mira a tu hijo vivo.
24Respondió
la mujer a Elías:
—Ahora sé que tú eres un hombre de
Dios y que la palabra del Señor en tu boca es verdadera.
La viuda piensa, según la mentalidad de la época, que la muerte de su
hijo es un castigo divino por los pecados que ella hubiera cometido y en los
que Dios se fija a causa de la presencia de Elías (v. 18). Pero el relato deja
claro que todo es providencial para que se reconozca que Elías es profeta del
verdadero Dios (v. 24).
En la acción de Elías los Santos Padres han visto un tipo de la acción
de Cristo: «El hijo de aquella viuda yacía muerto, como el hijo de la Iglesia , es decir, el
pueblo de los gentiles que estaba muerto por los muchos pecados y crímenes.
Elías orando resucitó al hijo de la viuda; Cristo, con su venida, al hijo de la Iglesia , es decir, redime
al pueblo cristiano de la cárcel de la muerte. Elías se inclinó en oración y
revivió al hijo de la viuda; Cristo se acostó en la pasión y dio vida al pueblo
cristiano» (Sermones atribuidos a San Agustín, Sermones 40,4).
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