Ir al contenido principal

Jesús ha resucitado (Mt 28,1-10)

Vigilia Pascual – A. Evangelio
1 Pasado el sábado, al alborear el día siguiente, marcharon María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 2 Y de pronto se produjo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo, se acercó, removió la piedra y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como de un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. 4 Los guardias temblaron de miedo ante él y se quedaron como muertos. 5 El ángel tomó la palabra y les dijo a las mujeres:
—Vosotras no tengáis miedo; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Venid a ver el sitio donde estaba puesto. 7 Marchad enseguida y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de vosotros a Galilea: allí le veréis. Mirad que os lo he dicho.
8 Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y una gran alegría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. 9 De pronto Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo:
—No tengáis miedo; id a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán.
«La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 638). Dos notas lo configuran. En primer lugar, es «un acontecimiento a la vez históricamente atestiguado por los discípulos que se encontraron realmente con el Resucitado, y misteriosamente trascendente en cuanto entrada de la humanidad de Cristo en la gloria de Dios» (ibidem, n. 656). En segundo lugar, el hecho tiene una singular importancia para nosotros, los hombres, pues «Cristo, “el primogénito de entre los muertos” (Col 1,18), es el principio de nuestra propia resurrección, ya desde ahora por la justificación de nuestra alma, más tarde por la vivificación de nuestro cuerpo» (ibidem, n. 658).
Los evangelios coinciden en que las primeras apariciones de Jesús Resucitado no fueron a los discípulos, sino a «las santas mujeres», cuyo amor más desinteresado y generoso, más fiel y recio que el de los varones, parece haber sido premiado de un modo muy delicado. En el ambiente judaico de la época se concedía poco valor al testimonio jurídico de las mujeres: quizás por eso San Pablo no las menciona en su resumen catequético de 1 Co 15,1-9. La circunstancia de que se les atribuya tanta relevancia en los cuatro evangelios apunta en primer lugar a la realidad histórica del hecho, pero muestra también la predilección de Dios por las almas sencillas, generosas y humildes.
Hay pequeñas diferencias entre los sinópticos. Frente a la frescura y espontaneidad de Marcos, y frente al gusto de Lucas por los detalles, Mateo es algo hierático, catequético y solemne; prescinde de detalles secundarios. Las señales con las que describe el anuncio de la resurrección (vv. 2-4) indican también la magnitud del hecho; como la muerte de Jesús (27,51-54), la resurrección es un acontecimiento extraordinario: es lógico que el cielo y la tierra lo proclamen. «Éste es el día en que actuó el Señor, día totalmente distinto de aquellos otros establecidos desde el comienzo de los siglos y que son medidos por el paso del tiempo. Este día es el principio de una nueva creación, porque, como dice el profeta, en este día Dios ha creado un cielo nuevo y una tierra nueva. (...) En este día es creado el verdadero hombre, aquel que fue hecho a imagen y semejanza de Dios. (...) Pero aún no hemos hablado del mayor de los privilegios de este día de gracia: lo más importante de este día es que Él destruyó el dolor de la muerte y dio a luz al primogénito de entre los muertos. (...) ¡Oh mensaje lleno de felicidad y de hermosura! El que por nosotros se hizo hombre semejante a nosotros, siendo el Unigénito del Padre, quiere convertirnos en sus hermanos y, al llevar su humanidad al Padre, arrastra tras de sí a todos los que ahora son ya de su raza» (S. Gregorio de Nisa, In Christi Resurrectione oratio 1).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Desde la eternidad fue formada la Sabiduría (Pr 8,22-31)

Santísima Trinidad – C. 1ª lectura 22 El Señor me tuvo al principio de sus caminos, antes de que hiciera cosa alguna, desde antaño. 23 Desde la eternidad fui formada, desde el comienzo, antes que la tierra. 24 Cuando no existían los océanos fui dada a luz, cuando no había fuentes repletas de agua. 25 Antes que se asentaran los montes, antes que las colinas fui dada a luz. 26 Aún no había hecho la tierra ni los campos, ni el polvo primero del mundo. 27 Cuando asentaba los cielos, allí estaba yo, cuando fijaba un límite a la superficie del océano, 28 cuando sujetaba las nubes en lo alto, cuando consolidaba las fuentes del océano, 29 cuando ponía su límite al mar para que las aguas no lo traspasaran, cuando fijaba los cimientos de la tierra, 30 yo estaba proyectando junto a Él, lo deleitaba día a día, actuando ante Él en todo momento, 31 jugando con el orbe de la tierra, y me deleitaba con los hijos de Adán. Comentario a Proverbios 8,22-31 La Sabidurí...

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Bautizados en un mismo espíritu (1 Co 12,3b-7.12-13)

Pentecostés – 2ª lectura 3 Nadie puede decir: «¡Señor Jesús!», sino por el Espíritu Santo. 4 Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo; 5 y diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; 6 y diversidad de acciones, pero Dios es el mismo, que obra todo en todos. 7 A cada uno se le concede la manifestación del Espíritu para provecho común. 12 Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13 Porque todos nosotros, tanto judíos como griegos, tanto siervos como libres, fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Comentario a 1 Corintios 12,3-13 Parece que entre los corintios paganos se daban fenómenos de exaltación religiosa, como entrar en trance, acom...