Ir al contenido principal

Si vivimos, vivimos para el Señor (Rm 14,7-9)

24º domingo del Tiempo ordinario – A . 2ª lectura

7 Pues ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni ninguno muere para sí mismo; 8 pues si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor; porque vivamos o muramos, somos del Señor. 9 Para esto Cristo murió y volvió a la vida, para dominar sobre muertos y vivos.
El Apóstol se dirige paternalmente a todos, exhortando a los débiles a no juzgar temerariamente a los fuertes, y apelando a los fuertes para que no despreciaran a los débiles. Unos y otros faltaban a la caridad. Todos debían respetar la libertad de los demás.
El Apóstol da razones teológicas para el ejercicio de la caridad y libertad fraternas: ningún cristiano vive o muere para sí mismo, sino que vive y muere también para Dios, al que dará cuenta (vv. 10-12). En este sentido comenta San Juan Crisóstomo: «Tenemos un Dios que quiere que vivamos y que no desea que muramos, y ambas cosas le interesan más a Él que a nosotros» (S. Juan Crisóstomo, In Romanos 25,3). Y San Gregorio Magno, por su parte, señala: «Los santos, pues, no viven ni mueren para sí. No viven para sí porque en todo lo que hacen buscan ganancias espirituales, pues orando, predicando y perseverando en las buenas obras, desean aumentar los ciudadanos de la patria celestial. Ni mueren para sí, porque, ante los hombres, glorifican con su muerte a Dios, al cual se apresuran a llegar muriendo» (Homiliae in Ezechielem 2,9,16).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Me está reservada la corona que el Señor me entregará (2 Tm 4, 6-8.17-18)

Solemnidad de San Pedro y San Pablo – 2ª lectura 6 Pues yo estoy a punto de derramar mi sangre en sacrificio, y el momento de mi partida es inminente. 7 He peleado el noble combate, he alcanzado la meta, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está reservada la merecida corona que el Señor, el Justo Juez, me entregará aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que han deseado con amor su venida. 17 El Señor me asistió y me fortaleció para que, por medio de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui librado de la boca del león. 18 El Señor me librará de toda obra mala y me salvará para su reino celestial. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Comentario a 2 Timoteo 4,6-18 Al considerar la proximidad del final de su vida, Pablo manifiesta que la muerte es una ofrenda a Dios, semejante a las l...

Te daré las llaves del reino de los cielos (Mt 16,13-19)

Solemnidad de San Pedro y San Pablo – Evangelio 13 Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, comenzó a preguntarles a sus discípulos: —¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 14 Ellos respondieron: —Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o alguno de los profetas. 15 Él les dijo: —Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16 Respondió Simón Pedro: —Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. 17 Jesús le respondió: —Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. 19 Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo ...