33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...
29º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio
1 Les proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desfallecer, 2 diciendo:
—Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. 3 También había en aquella ciudad una viuda, que acudía a él diciendo: «Hazme justicia ante mi adversario». 4 Y durante mucho tiempo no quiso. Sin embargo, al final se dijo a sí mismo: «Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, 5 como esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme».
6 Concluyó el Señor:
—Prestad atención a lo que dice el juez injusto. 7 ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche, y les hará esperar? 8 Os aseguro que les hará justicia sin tardanza. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?
La parábola contiene una enseñanza muy expresiva sobre la necesidad de la perseverancia en la oración y sobre su eficacia. El v. 1 ha sido fuente de enseñanza sobre la oración en toda la catequesis cristiana: «No nos ha sido prescrito trabajar, vigilar y ayunar constantemente; pero sí tenemos una ley que nos manda orar sin cesar» (Evagrio, Capita practica ad Anatolium 49). Para eso es necesario vencer la pereza, levantar los ojos a Dios en todas las circunstancias: «Que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo: igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo a otras labores, que levante su alma a Dios» (S. Juan Crisóstomo, De Anna 4,5). Pero sólo lo hará quien junte la oración con una vida cristiana coherente: «Ora continuamente el que une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos encontrar realizable el principio de la oración continua» (Orígenes, De oratione 12)». Cfr Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2742-2745.
Al final, el Señor vincula también la eficacia de la oración a la fe (v. 8): la oración se apoya en la fe, pero ésta, a su vez, crece cuando se ejercita en la oración. «Te crecías ante las dificultades del apostolado, orando así: “Señor, Tú eres el de siempre. Dame la fe de aquellos varones que supieron corresponder a tu gracia y que obraron —en tu Nombre— grandes milagros, verdaderos prodigios...” —Y concluías: “sé que los harás; pero, también me consta que quieres que se te pidan, que quieres que te busquemos, que llamemos fuertemente a las puertas de tu Corazón”. —Al final, renovaste tu decisión de perseverar en la oración humilde y confiada» (S. Josemaría Escrivá, Forja, n. 653).

Comentarios
gracias por esta importante pista, Padre.
Gracias por esta importante pista, Padre