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No quedará piedra sobre piedra (Lc 21,5-19)

33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...

Bautismo de Jesús (Mt 3,13-17)

Bautismo del Señor - A. Evangelio
13 Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan. 14 Pero éste se resistía diciendo:
—Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí?
15 Jesús le respondió:
—Déjame ahora, así es como debemos cumplir nosotros toda justicia.
Entonces Juan se lo permitió. 16 Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y entonces se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. 17 Y una voz desde los cielos dijo:
—Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido.
¿Por qué Jesús debía pasar por este bautismo si no tenía pecado que purificar (cfr Hb 4,15)? Tampoco los evangelistas soslayan esta dificultad. Las palabras de Juan el Bautista, con su resistencia a bautizar a Jesús (Mt 3,14), lo indican también. Pero ni los evangelios ni la tradición cristiana, que está en su origen y que les sigue, omitieron el relato.
La narración deja entrever que Jesús, al acudir al bautismo de Juan, manifiesta que también Él secunda el plan dispuesto por Dios de preparar a su pueblo por medio de los profetas. De este modo el Señor cumple «toda justicia» (v. 15), es decir, todo lo establecido por Dios. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, el Bautismo de Jesús representa «la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente» (n. 536). Es decir, Jesús es el Siervo anunciado por el profeta Isaías, que, como Cordero llevado al matadero, acepta mansa y humildemente la misión que el Padre le encomienda.
Jesús se hace bautizar prefigurando con ello su bautismo de sangre, su muerte en la cruz, para la remisión de los pecados. Por amor se somete por completo a la voluntad del Padre, y el Padre se conmueve y acepta complacido la ofrenda de su Hijo (v. 17).
La incoación de la misión de Cristo —su muerte por nuestros pecados, para que podamos resucitar a una vida nueva— significada en el pasaje hizo del Bautismo de Cristo signo de nuestro bautismo. Así lo recoge la doctrina cristiana: «Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y “vivir una vida nueva” (Rm 6,4)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 537).

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