13º domingo del Tiempo ordinario – C.
1ª lectura
En aquellos
días, el Señor dijo a Elías:
– 16bA
Eliseo, hijo de Safat, de Abel-Mejolá, lo ungirás profeta sucesor tuyo.
19Elías se marchó de allí y encontró a Eliseo, hijo
de Safat, que estaba arando con doce yuntas de bueyes por delante; él iba con
la duodécima. Elías pasó junto a él y le echó el manto por encima. 20Él
dejó los bueyes y corrió detrás de Elías diciendo:
—Permíteme
ir a besar a mi padre y a mi madre, y te seguiré.
Le
respondió:
—Vete y
luego vuelve, porque ¿qué es lo que te he hecho?
21Aquél se dio la vuelta, tomó la yunta de bueyes y
la sacrificó. Con los yugos de los bueyes coció la carne y la repartió a la
gente para que comieran. Después se preparó y siguió a Elías poniéndose a su
servicio.
La respuesta de Eliseo a la llamada de Elías es ejemplar: deja todo y
se pone al servicio del profeta. Así será también la respuesta de los Apóstoles
a Jesús (cfr Mt 4,20.22; etc.) y así habrá de ser la respuesta a la vocación
cuando el Señor llama a una misión que exige dejarlo todo. Pero la llamada de
Jesús es aún más apremiante que la de Elías, tal como se pone de relieve en el
pasaje evangélico en el que Jesús, a uno que le dice: «Te seguiré, Señor, pero
primero permíteme despedirme de los de mi casa», el Señor le responde: «Nadie
que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios»
(Lc 9,61-62). Y es que obedecer a la llamada supone radicalidad en la entrega:
«Despréndete de las criaturas hasta que quedes desnudo de ellas. Porque —dice
el Papa San Gregorio— el demonio nada tiene propio en este mundo, y desnudo
acude a la contienda. Si vas vestido a luchar con él, pronto caerás en tierra:
porque tendrá de donde cogerte» (S. Josemaría Escrivá, Camino, n. 149).
El nombre de «Eliseo» significa «Mi Dios salva» y da razón de la
figura y actividad de este profeta, de modo semejante a como el nombre de
«Elías» encerraba la esencia de su mensaje: «Mi Dios es El Señor».
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