Ir al contenido principal

Buscad las cosas de arriba (Col 3,1-4)

Domingo de Resurrección – 2ª lectura
1 Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; 2 sentid las cosas de arriba, no las de la tierra. 3 Pues habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.
Por el Bautismo el cristiano participa de la vida gloriosa de Jesucristo resucitado. Por eso, Cristo debe llenar todos los horizontes de su vida. «Mi amor está crucificado (...). No me satisfacen los alimentos corruptibles y los placeres de este mundo. Lo que yo quiero es el pan de Dios, que es la carne de Cristo, nacido de la descendencia de David, y no deseo otra bebida que su sangre, que es la caridad incorruptible» (S. Ignacio de Antioquía, Ad Romanos 6,1-9,3).
El deseo de vivir con Cristo proporciona una nueva perspectiva a la existencia en este mundo: «Los cristianos, peregrinando hacia la ciudad celeste, deben buscar y gustar las cosas de arriba (cfr vv. 1-2), lo cual en nada disminuye la importancia de la obligación que les incumbe de trabajar con todos los hombres en la construcción de un mundo más humano» (Conc. Vaticano II, Gaudium et spes, n. 57).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Vendrán a Jerusalén de todas las naciones (Is 66,18-21)

21º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 18 Yo, que conozco sus obras y sus pensamientos, vendré para reunir a todas las naciones y lenguas, que vendrán y verán mi gloria. 19 Pondré en ellos una señal y enviaré los supervivientes de ellos a las naciones, a Tarsis, Put, Lud, Mésec, Ros, Tubal y Yaván, a las islas remotas, que no oyeron hablar de mí ni vieron mi gloria. Ellos anunciarán mi gloria a las naciones. 20 Traerán a todos vuestros hermanos de todas las naciones, como ofrenda al Señor, a caballo y en carros, en literas, en mulos y dromedarios a mi monte santo, a Jerusalén —dice el Señor—, del mismo modo que los hijos de Israel traen la oblación en recipientes puros al Templo del Señor. 21 Y tomaré también de entre ellos sacerdotes y levitas —dice el Señor—. Comentario a Isaías 66,18-21 El ...

El Decálogo (Ex 20,1-17)

3º domingo de Cuaresma – B. 1ª lectura 1 Entonces Dios pronunció todas estas palabras, diciendo: 2 —Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la esclavitud. 3 No tendrás otro dios fuera de mí. 4 No te harás escultura ni imagen, ni de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas por debajo de la tierra. 5 No te postrarás ante ellos ni les darás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso que castigo la culpa de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de aquellos que me odian; 6 pero tengo misericordia por mil generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos. 7 No tomarás el nombre del Señor, tu Dios, en vano, pues el Señor no dejará impune al que tome su nombre en vano. 8 Recuerda el día del sábado, para santificarlo. 9 Durante seis días trabajarás y harás tus tareas. 10 Pero el día séptimo es sábado, en honor del Señor, tu Dios. No harás en él ...

El Señor corrige al que ama (Hb 12,5-7.11-13)

21º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 5 Habéis olvidado la exhortación dirigida a vosotros como a hijos: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando Él te reprenda; 6 porque el Señor corrige al que ama y azota a todo aquel que reconoce como hijo. 7 Lo que sufrís sirve para vuestra corrección. Dios os trata como a hijos, ¿y qué hijo hay a quien su padre no corrija? 11 Toda corrección, al momento, no parece agradable sino penosa, pero luego produce fruto apacible de justicia en los que en ella se ejercitan. 12 Por lo tanto, levantad las manos caídas y las rodillas debilitadas, 13 y dad pasos derechos con vuestros pies, para que los miembros cojos no se tuerzan, sino más bien se curen. Comentario a Hebreos 12,5-13 Siguiendo el ejemplo de Jesús —que dio su vida por nuestros pecados, entregándola hasta la muer...