10º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 11 Después, marchó a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. 12 Al acercarse a la puerta de la ciudad, resultó que llevaban a enterrar un difunto, hijo único de su madre, que era viuda. Y la acompañaba una gran muchedumbre de la ciudad. 13 El Señor la vio y se compadeció de ella. Y le dijo: —No llores. 14 Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: —Muchacho, a ti te digo, levántate. 15 Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar. Y se lo entregó a su madre. 16 Y se llenaron todos de temor y glorificaban a Dios diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». 17 Esta opinión sobre él se divulgó por toda Judea y por todas las regiones vecinas. A lo largo del tercer evangelio se pone de relieve la misericordia de Dios hacia los necesitados y la obligación que tenemos de ser misericordiosos unos con otros (1,5...