Ir al contenido principal

Obediente hasta la muerte (Flp 2,6-11)

Domingo de Ramos . 2ª lectura
6 [Cristo Jesús], siendo de condición divina,
no consideró como presa codiciable
el ser igual a Dios,
7 sino que se anonadó a sí mismo
tomando la forma de siervo,
hecho semejante a los hombres;
y, mostrándose igual que los demás hombres,
8 se humilló a sí mismo haciéndose obediente
hasta la muerte,
y muerte de cruz.
9 Y por eso Dios lo exaltó
y le otorgó el nombre
que está sobre todo nombre;
10 para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
11 y toda lengua confiese:
«¡Jesucristo es el Señor!»,
para gloria de Dios Padre.
Éste es uno de los textos más antiguos del Nuevo Testamento sobre la divinidad de Jesucristo. Quizá es un himno utilizado por los primeros cristianos que San Pablo retoma. En él se canta la humillación y la exalta­ción de Cristo. El Apóstol, teniendo presente la divini­dad de Cristo, centra su atención en la muerte de cruz como ejemplo supremo de humildad y obediencia. «¿Qué hay de más humilde —se pregunta San Gregorio de Nisa— en el Rey de los seres que el entrar en comunión con nuestra pobre naturaleza? El Rey de Reyes y Señor de Señores se reviste de la forma de nuestra esclavitud; el Juez del universo se hace tributario de príncipes terrenos; el Señor de la creación nace en una cueva; quien abarca el mundo entero no encuentra lugar en la posada (...); el puro e incorrupto se reviste de la suciedad de la naturaleza humana, y pasando a través de todas nuestras necesidades, llega hasta la experiencia de la muerte» (De beatitudinibus 1).
Se evoca el contraste entre Jesucristo y Adán, que siendo hombre ambicionó ser como Dios (cfr Gn 3,5). Por el contrario, Jesucristo, siendo Dios, «se anonadó a sí mismo» (v. 7). «Al afirmar que se anonadó no indicamos otra cosa sino que tomó la condición de siervo, no que perdiera la divina. Permaneció inmutable la naturaleza en la que, existiendo en condición divina, es igual al Padre, y asumió la nuestra mudable, en la cual nació de la Virgen» (S. Agustín, Contra Faustum 3,6).
La obediencia de Cristo hasta la cruz (v. 8) repara la desobediencia del primer hombre. «El Hijo unigénito de Dios, Palabra y Sabiduría del Padre, que estaba junto a Dios en la gloria que había antes de la existencia del mundo, se humilló y, tomando la forma de esclavo, se hizo obediente hasta la muerte, con el fin de enseñar la obediencia a quienes sólo con ella podían alcanzar la salvación» (Orígenes, De principiis 3,5,6).
Dios Padre, al resucitar a Jesús y sentarlo a su derecha, concedió a su Humanidad el poder manifestar la gloria de la divinidad que le corresponde —«el nombre que está sobre todo nombre», es decir, el nombre de Dios—. Sin embargo, «esta expresión “le exaltó” no pretende significar que haya sido exaltada la naturaleza del Verbo (...). Términos como “humillado” y “exaltado” se refieren únicamente a la dimensión humana. Efectivamente, sólo lo que es humilde es susceptible de ser ensalzado» (S. Atanasio, Contra Arianos 1,41).
Todas las criaturas quedaron sometidas a su poder, y los hombres deberán confesar la verdad fundamental de la doctrina cristiana: «Jesucristo es el Señor». La palabra griega Kyrios empleada por San Pablo en esta fórmula es utilizada por la antigua versión griega llamada de los Setenta para traducir del hebreo el nombre de Dios. De ahí que esa fórmula sea una proclamación de que Jesucristo es Dios.

Comentarios

Juan Carlos Oyuela ha dicho que…
D. Francisco
Le felicito por la iniciativa de poner más accesibles estos valiosos contenidos. Veo que ya lleva tiempo de hacerlo. Saludos
Francisco Varo ha dicho que…
Muchas gracias. Espero que sean útiles

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Señor, amigo de la vida (Sb 11,22–12,2)

31º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 22 Ante ti el universo entero es como mota de polvo en la balanza, como gota de rocío mañanero que baja a la tierra. 23 Pero te apiadas de todos, porque todo lo puedes; no miras los pecados de los hombres a fin de que se conviertan. 24 Amas a todos los seres y no odias nada de lo que hiciste; porque si odiaras algo, no lo hubieras dispuesto. 25 ¿Cómo podría permanecer algo, si Tú no lo quisieras? ¿Cómo podría conservarse algo que Tú no llamaras? 26 Tú perdonas a todos, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida . 12,1 Tu aliento incorruptible está en todas las cosas. 2 Por eso corriges poco a poco a los que caen; los corriges recordándoles sus pecados, para que se aparten del mal y crean en ti, Señor. Comentario a Sabiduría 11,22-12,2 La reflexión y enseñanza del amor y misericordia de Dios por todos los seres creados no son, evidentemente, nuevos del libro de la Sabiduría (ver Os 6,4-6; Jon 3,1-4,11); pero qu...

La multiplicación de los panes y los peces (Jn 6,1-15)

17º domingo del Tiempo ordinario – B. Evangelio 1 Después de esto partió Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, el de Tiberíades. 2 Le seguía una gran muchedumbre porque veían los signos que hacía con los enfermos. 3 Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. 4 Pronto iba a ser la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, le dijo a Felipe: —¿Dónde vamos a comprar pan para que coman éstos? 6 —lo decía para probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le respondió: —Doscientos denarios de pan no bastan ni para que cada uno coma un poco. 8 Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 —Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y do...