Ir al contenido principal

Administradores de los misterios de Dios (1 Co 4,1-5)

8º domingo del Tiempo ordinario – A . 2ª lectura
1 Así han de considerarnos los hombres: ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 2 Por lo demás, lo que se busca en los administradores es que sean fieles. 3 En cuanto a mí, poco me importa ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. Ni siquiera yo mismo me juzgo. 4 Pues aunque en nada me remuerde la conciencia, no por eso quedo justificado. Quien me juzga es el Señor. 5 Por tanto, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor: él iluminará lo oculto de las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones de los corazones; entonces cada uno recibirá de parte de Dios la alabanza debida.
Las características de todo apóstol —«ministros de Cristo», «administradores de los misterios de Dios» (v. 1)—, hacen que ese ministerio quede al margen y por encima de rencillas y discusiones banales que tantos problemas estaban provocando en la comunidad de Corinto.
La Iglesia ha aplicado con frecuencia las palabras del v. 1 al sacerdocio cristiano: «El sacerdote es ministro de Cristo: es, pues, el instrumento del que se sirve el Divino Redentor para continuar su obra redentora en toda su mundial universalidad y divina eficacia, para construir aquella obra admirable que transformó el mundo. Más aún: el sacerdote, como justamente suele decirse, es alter Christus, otro Cristo, puesto que lo representa en persona (...). El sacerdote ha sido constituido dispensador de los misterios de Dios (cfr 1 Co 4,1), en favor de estos miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, al ser ministro ordinario de casi todos los sacramentos, que son como canales a través de los cuales fluye la gracia del Redentor en beneficio de todos los hombres» (Pío XI, Ad catholici sacerdotii, n. 17).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Las bodas de Caná (Jn 2,1-11)

2º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 1 Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. 2 También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos. 3 Y, como faltó vino, la madre de Jesús le dijo: —No tienen vino. 4 Jesús le respondió: —Mujer, ¿qué nos importa a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora. 5 Dijo su madre a los sirvientes: —Haced lo que él os diga. 6 Había allí seis tinajas de piedra preparadas para las purificaciones de los judíos, cada una con capacidad de unas dos o tres metretas. 7 Jesús les dijo: —Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta arriba. 8 Entonces les dijo: —Sacadlas ahora y llevadlas al maestresala. Así lo hicieron. 9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, sin saber de d...

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la...

Institución de la Eucaristía (1 Co 11,23-26)

Jueves Santo. Cena del Señor – C. 2ª lectura 23 Porque yo recibí del Señor lo que también os transmití: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, 24 y dando gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en conmemoración mía». 25 Y de la misma manera, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; cuantas veces lo bebáis, hacedlo en conmemoración mía». 26 Porque cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. En la doctrina sobre la Eucaristía que aquí transmite San Pablo emerge la importancia de la Tradición apostólica (v. 23). Junto con los textos de Mt, Mc y Lc, los vv. 23-25 constituyen el cuarto relato de la institución de la Eucaristía que conserva el Nuevo Testamento. El texto contiene los puntos fundamentales de la fe cristiana sobre el misterio eucarístico: institución de este sacramento por Jesucristo, presencia real del Seño...