23º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura
Comentario a Filemón 9-17
San Pablo ha engendrado a la fe a Onésimo, esclavo fugitivo de Filemón. El Apóstol juega con el significado de la palabra Onésimo (= útil), para interceder por él ante su antiguo amo y pedirle a Filemón que lo reciba de nuevo.
Conviene reparar en el hecho de que el Apóstol llevó el mensaje del Evangelio a todos, sin distinción de clases ni condiciones sociales, es más, manifestando especial afecto a los más desfavorecidos, a los que no contempla —según era frecuente en la época— como inferiores, sino como hermanos muy amados. «Ved a Pablo escribiendo a favor de Onésimo, un esclavo fugitivo —comenta San Juan Crisóstomo—; no se avergüenza de llamarlo hijo suyo, sus propias entrañas, su hermano, su bienamado» (In Philemonem 2, ad loc.).
Y es que un cristiano está llamado a estimar a todos los hombres como hermanos, valorando la dignidad de la persona humana, y consiguientemente sus derechos. Nadie puede sentirse ajeno a esa actitud ni asumir los propios deberes, con una inhibición que constituiría un pecado social, que ofende a Dios y a la sociedad de los hombres. Así lo expresa con claridad Juan Pablo II: «Es social todo pecado cometido contra la justicia en las relaciones tanto interpersonales como en las de la persona con la sociedad, y aun de la comunidad con la persona. Es social todo pecado cometido contra los derechos de la persona humana, comenzando por el derecho a la vida, sin excluir la del que está por nacer, o contra la integridad física de alguno; todo pecado contra la libertad ajena, especialmente contra la suprema libertad de creer en Dios y de adorarlo; todo pecado contra la dignidad y el honor del prójimo. Es social todo pecado contra el bien común y sus exigencias, dentro del amplio panorama de los derechos y deberes de los ciudadanos. Puede ser social el pecado de obra u omisión por parte de dirigentes políticos, económicos y sindicales, que aun pudiéndolo, no se empeñan con sabiduría en el mejoramiento o en la transformación de la sociedad según las exigencias y las posibilidades del momento histórico; así como por parte de trabajadores que no cumplen con sus deberes de presencia y colaboración, para que las fábricas puedan seguir dando bienestar a ellos mismos, a sus familias y a toda la sociedad» (Reconciliatio et paenitentia, n. 16).
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