Ir al contenido principal

Que no haya divisiones entre vosotros (1 Co 1,10-13.17)

3º domingo del Tiempo ordinario – A . 2ª lectura
10 Os exhorto, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos tengáis un mismo lenguaje y a que no haya divisiones entre vosotros, a que viváis unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir. 11 Porque, por los de Cloe, me han llegado noticias sobre vosotros, hermanos míos, de que hay discordias entre vosotros. 12 Me refiero a que cada uno de vosotros va diciendo: «Yo soy de Pablo», «Yo, de Apolo», «Yo, de Cefas», «Yo, de Cristo».
13 ¿Está dividido Cristo? ¿Es que Pablo fue crucificado por vosotros o fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? 17 Porque Cristo no me envió a bautizar sino a evangelizar, y no con sabiduría de palabras, para no desvirtuar la cruz de Cristo.
Con severidad recrimina San Pablo las divisiones surgidas entre los corintios, más que por motivos doctrinales, por razones partidistas. La amonestación es grave: «Por el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (v. 10), y la exhortación clara: «Tener un mismo lenguaje (...) un mismo pensar (...) un mismo sentir». Punto básico de la unidad de la Iglesia es la unidad de la fe formulada en la Tradición: «Hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la santa madre Iglesia y que jamás hay que apartarse de ese sentido bajo pretexto y nombre de una más alta inteligencia. “Crezca, pues, y progrese amplia y dilatadamente la inteligencia, ciencia y sabiduría de todos y de cada uno, tanto de un solo hombre como de la Iglesia entera en el decurso de las épocas y de los siglos, pero permaneciendo siempre en su género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido y en la misma significación (eodem sensu eademque sententia)” (S. Vicente de Lerins, Commonitorium 28)» (Conc. Vaticano I, Dei Filius, cap. 4).
San Pablo se refiere a las divisiones (v. 10) que le han explicado «los de Cloe». Se supone que ésta era una mujer conocida en Corinto, y «los de Cloe» podían ser personas de su familia, o de su iglesia doméstica, que habrían visitado al Apóstol en Éfeso.
De la sucinta explicación de San Pablo, puede deducirse que entre los corintios se habían formado algunos grupos, congregados alrededor de personajes importantes. El grupo de «los de Apolo» (v. 12) se habría formado en torno a la figura de este judío convertido de Alejandría (Egipto), de gran elocuencia y buen conocedor de las Escrituras, que predicó en Corinto (cfr Hch 18,24-19,1). El que algunos se dijeran «de Pedro» podía deberse a que el propio San Pedro pasó ­alguna vez por Corinto, aunque no hay datos que lo confirmen, o también a que algunos discípulos de Pedro o convertidos por él hubieran llegado allí. El grupo denominado «de Cristo» es más difícil de determinar: podría referirse a algunos reunidos en torno a los predicadores venidos de Jerusalén de tendencias judaizantes, o a algunos cristianos disgustados por las rencillas entre los otros grupos y que, con razón, manifestarían su pertenencia exclusiva a Jesucristo; pero podría también tratarse de una expresión irónica de San Pablo, para manifestar rotundamente la falta de sentido de esos grupos. Es como si dijera: «Vosotros decís que sois de Pablo, de Apolo o de Pedro... Pues yo soy de Cristo».
De los bautizados por Pablo (vv. 13-14) conocemos más datos: Crispo era, o había sido, el jefe de la sinagoga de Corinto, convertido por la predicación de San Pablo (cfr Hch 18,8). En la casa de Gayo, también convertido por él, se había hospedado el Apóstol durante su estancia en Corinto (cfr Rm 16,23). La familia de Estéfanas era la primera familia convertida de la provincia de Acaya (cfr 16,15-17).
«Cristo no me envió a bautizar sino a evangelizar» (v. 17). Con estas palabras el Apóstol refuerza su imparcialidad ante los corintios y desecha toda posibilidad de que alguien pudiera instrumentalizarlo. Pero de ninguna manera contrapone la tarea de evangelización a la de administrar los sacramentos. Pablo VI salió al paso de esta confusión que ha llegado hasta nuestros días: «En un cierto sentido es un equívoco oponer, como se hace a veces, la evangelización a la sacramentalización. Porque es seguro que si los sacramentos se administraran sin darles un sólido apoyo de catequesis sacramental y de catequesis global, se acabaría por quitarles gran parte de su eficacia. La finalidad de la evangelización es precisamente la de educar en la fe, de tal manera, que conduzca a cada cristiano a vivir —y no a recibir de modo pasivo o apático— los sacramentos como verdaderos sacramentos de la fe» (Evangelii nuntiandi, n. 47).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Denuncia de los explotadores (Am 8,4-7)

25º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 4 Escuchad esto, los que explotáis al pobre para acabar con los humildes del país; 5 los que decís: «¿Cuándo pasará la luna nueva para que vendamos el grano; y el sábado, para que abramos el mercado del trigo, achicando las medidas, aumentando el precio, pesando con balanzas falsas, 6 comprando al desvalido por dinero, y al pobre por un par de sandalias, y vendamos hasta el salvado?». 7 El Señor ha jurado por la soberbia de Jacob: ¡No olvidaré jamás ninguna de sus obras! Comentario a Amós 8,4-7 La cuarta visión de Amós, la de las frutas maduras, que precede inmediatamente a este texto (vv. 1-3), introduce esta denuncia de injusticias (vv. 4-8) y abre el camino a una nueva descripción del «día del Señor» (vv. 9-14). Las tres cosas están muy relacionadas. En la...

Un Dios que perdona (Lc 15,1-32)

24º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 1 Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. 2 Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: —Éste recibe a los pecadores y come con ellos. 3 Entonces les propuso esta parábola: 4 —¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y sale en busca de la que se perdió hasta encontrarla? 5 Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, 6 y, al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: «Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió». 7 Os digo que, del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión. 8 ¿O qué mujer, si tiene diez dracmas y pierde una, no enciende una luz y barre la casa y busca cuidadosa...