Ir al contenido principal

Dios vendrá y nos salvará (Is 35,1-6a.10)

Domingo 3º Adviento - A. 1ª lectura
1 ¡Que el desierto y la tierra árida se alegren,
que se goce la estepa y florezca como las azucenas!
2 Florezca pujante y alégrese
con gozo y cánticos de júbilo.
Se le ha dado la gloria del Líbano,
la gala de Carmelo y del Sarón,
ellos verán la gloria del Señor,
la majestad de nuestro Dios.
3 Fortaleced las manos débiles,
y consolidad las rodillas que flaquean.
4 Decid a los pusilánimes:
«¡Cobrad ánimo, no temáis!
Aquí está vuestro Dios,
llega la venganza, la retribución de Dios.
Él vendrá y os salvará».
5 Entonces se abrirán los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos.
6a Entonces el cojo saltará como un ciervo,
y la lengua del mudo gritará de júbilo.
10 Regresarán los redimidos del Señor,
llegarán a Sión con gritos de júbilo
e infinita alegría en sus rostros,
traerán regocijo y alegría,
y desaparecerán la pena y los lamentos.

En este capítulo de Isaías se presenta una visión de la Jerusalén restaurada con un lenguaje grandioso que recuerda la renovación anunciada en los caps. 11 y 12. Dios, que manifestó su cercanía y protección al pueblo en el éxodo, cuando Israel salió de Egipto, repetirá sus prodigios en el retorno de los redimidos a Sión. Les mostrará y allanará su camino de regreso y les acompañará como en una procesión solemne hacia la morada del Señor (v. 8). Así como en Babilonia había un «Camino Santo» decorado con esculturas de leones y dragones que conducía hacia el templo de Marduc, los redimidos tendrán un «Camino Santo» de verdad que los conducirá hacia la Casa del Señor en Jerusalén. La alegría y regocijo de los repatriados se reflejará en la curación repentina de ciegos, sordos y cojos (cfr 29,18-19); es un anticipo de los tiempos mesiánicos.
Los milagros de Jesús testimonian que el momento de la verdadera redención anunciado entre sombras en los profetas ha llegado a su plenitud (cfr Mt 11,2-6). San Justino, mostrando al judío Trifón que esta profecía se cumple en Cristo, señala: «Fuente de agua viva de parte de Dios brotó este Cristo en el desierto del conocimiento de Dios, es decir, en la tierra de las naciones: Él, que, aparecido en vuestro pueblo, curó a los ciegos de nacimiento según la carne, a los sordos y cojos, haciendo por su sola palabra que unos saltaran, otros oyeran, otros recobraran la vista; y resucitando a los muertos y dándoles la vida, por sus obras incitaba a los hombres a que le reconocieran. (...) Él hacía eso para persuadir a los que habían de creer en Él que, aun cuando alguno tuviere algún defecto corporal, si guarda las enseñanzas que por Él nos fueron dadas, le resucitará íntegro en su segunda venida, y le hará con Él inmortal, incorruptible e impasible» (Dialogus cum Tryphone 69,6).
La Iglesia utiliza este pasaje de Isaías en la liturgia de Adviento (Tercer domingo, Ciclo A) para fomentar en los fieles la esperanza gozosa de que Dios vendrá y nos salvará.

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Vanidad de vanidades (Qo 1,2; 2,21-23)

18º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 1,2 ¡Vanidad de vanidades —dice Qohélet—, vanidad de vanidades, todo es vanidad! 2,21 Hay personas que trabajan con sabiduría, ciencia y provecho, y han de dejar lo suyo a quien no lo trabaja. También esto es va­nidad y un gran mal. 22 Entonces ¿qué saca el hombre de todo su trabajo y del empeño que su corazón pone bajo el sol?, 23 pues pasa todos los días dolorido y contrariado, y su corazón ni siquiera reposa por la noche. También esto es vanidad. Comentario a Eclesiastés 1,2 y 2,21-23 El libro del Eclesiastés (Qohélet) comienza y termina casi con las mismas palabras: «¡Vanidad de vanidades...» (v. 2; cfr 12,8). En esa frase se sintetiza de modo admirable la idea central de la obra y se expresa la valoración que merecen al autor sagrado las rea­lidades del mundo y los fr...

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

El rico insensato (Lc 12,13-21)

18º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 13 Uno de entre la multitud le dijo: —Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. 14 Pero él le respondió: —Hombre, ¿quién me ha constituido juez o encargado de repartir entre vosotros? 15 Y añadió: —Estad alerta y guardaos de toda avaricia; porque aunque alguien tenga abundancia de bienes, su vida no depende de lo que posee. 16 Y les propuso una parábola diciendo: —Las tierras de cierto hombre rico dieron mucho fruto. 17 Y se puso a pensar para sus adentros: «¿Qué puedo hacer, ya que no tengo dónde guardar mi cosecha?» 18 Y se dijo: «Esto haré: voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi trigo y mis bienes. 19 Entonces le diré a mi alma: “Alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Descansa, co...