Ir al contenido principal

Preparad el camino del Señor (Lc 3,1-6)

2º domingo de Adviento – C. Evangelio

1 El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, 2 bajo el sumo sacerdote Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto. 3 Y recorrió toda la región del Jordán predicando un bautismo de penitencia para remisión de los pecados, 4 tal como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
Voz del que clama en el desierto:
«Preparad el camino del Señor,
haced rectas sus sendas.
5 Todo valle será rellenado,
y todo monte y colina allanados;
los caminos torcidos serán rectos,
y los caminos escarpados serán llanos.
6 Y todo hombre verá la salvación de Dios».

Comentario a Lucas 3,1-6

Los cuatro evangelios recogen la actividad del Bautista que precedió la vida pública de Cristo. Lucas la presenta con más detalle y orden: describe el marco general (vv. 1-2), la misión de Juan (vv. 3-6), el contenido de su predicación (vv. 7-14), su relación con el Mesías venidero (vv. 15-18) y su encarcelamiento (vv. 19-20).

Lucas sitúa en el tiempo y en el espacio la aparición pública de Juan Bautista (vv. 1-2). El año decimoquinto del imperio de Tiberio César corresponde al 27 ó al 28/29 de nuestra era, según dos cómputos de tiempo posibles (ver Cronología de la vida de Jesús, pp. 48-50). Poncio Pilato fue praefectus de Judea («procurador» en la terminología posterior) desde el año 26 al 36; su jurisdicción se extendía también a Samaría e Idumea. El Herodes que se menciona es Herodes Antipas, que murió el año 39. Filipo, hermanastro de Herodes Antipas, fue tetrarca de las regiones indicadas en el texto hasta el año 33/34. No es el mismo Herodes Filipo que estaba casado con Herodías, de la que se habla en el v. 19. El sumo sacerdote era Caifás, que ejerció su pontificado desde el año 18 al 36. Anás, su suegro, había sido depuesto el año 15 por la autoridad romana, pero conservaba mucha influencia en la política y la religión ju­días (cfr Jn 18,13; Hch 4,6). La mención de las circunstancias históricas, seguida de la expresión «vino la palabra de Dios sobre...» (v. 2), es frecuente en el inicio de muchos libros proféticos (Ez 1,3; cfr Os 1,1; Mi 1,1; So 1,1; etc.). De este modo el texto sugiere, como después afirmará Jesús expresamente (16,16), que Juan es el último de los profetas, y a través de él, Dios, con su palabra (v. 2), inaugura el último acto de la historia.

El evangelista presenta la figura del Bautista a la luz de un texto del libro de Isaías (vv. 4-6; cfr Is 40,3-5). En esta parte de Isaías se anuncia al pueblo hebreo que, tras el destierro de Babilonia, habrá un nuevo éxodo; entonces, el pueblo que caminará a través del desierto hasta llegar a la tierra de promisión ya no será guiado por Moisés sino por Dios mismo. El oráculo de Isaías citado es común a los tres evangelios sinópticos, pero sólo San Lucas recoge el último versículo: «Y todo hombre verá la salvación de Dios». De este modo, la dimensión universal del Evangelio se presenta desde la misión misma del Bautista. Todos, hasta los publicanos (v. 12) o los soldados (v. 14), tienen acceso a la salvación: «El Señor desea abrir en vosotros un camino por el que pueda penetrar en vuestras almas. (...) El camino por el que ha de penetrar la palabra de Dios consiste en la capacidad del corazón humano. El corazón del hombre es grande, espacioso y capaz. (...) Prepara un camino al Señor mediante una conducta honesta, y con acciones irreprochables allana tú el sendero, para que la ­palabra de Dios camine hacia ti sin obstáculo» (Orígenes, Commentaria in Ioannem 21,5-7).

Ante la venida inminente del Señor, los hombres deben disponerse interiormente, hacer penitencia de sus pecados, rectificar su vida para recibir la gracia que trae el Mesías.

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Padre nuestro (Lc 11,1-13)

17º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 1 Estaba haciendo oración en cierto lugar. Y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: —Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. 2 Él les respondió: —Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino; 3  sigue dándonos cada día nuestro pan cotidiano; 4  y perdónanos nuestros pecados, puesto que también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos pongas en tentación. 5 Y les dijo: —¿Quién de vosotros que tenga un amigo y acuda a él a media noche y le diga: «Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío me ha llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle», 7 le responderá desde dentro: «No me molestes, ya está cerrada la puerta; los míos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos»? 8 Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su impertinencia se levantará para darle cuanto necesite. 9 Así pues, yo os digo: ...

Vanidad de vanidades (Qo 1,2; 2,21-23)

18º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 1,2 ¡Vanidad de vanidades —dice Qohélet—, vanidad de vanidades, todo es vanidad! 2,21 Hay personas que trabajan con sabiduría, ciencia y provecho, y han de dejar lo suyo a quien no lo trabaja. También esto es va­nidad y un gran mal. 22 Entonces ¿qué saca el hombre de todo su trabajo y del empeño que su corazón pone bajo el sol?, 23 pues pasa todos los días dolorido y contrariado, y su corazón ni siquiera reposa por la noche. También esto es vanidad. Comentario a Eclesiastés 1,2 y 2,21-23 El libro del Eclesiastés (Qohélet) comienza y termina casi con las mismas palabras: «¡Vanidad de vanidades...» (v. 2; cfr 12,8). En esa frase se sintetiza de modo admirable la idea central de la obra y se expresa la valoración que merecen al autor sagrado las rea­lidades del mundo y los fr...