Ir al contenido principal

El banquete de la sabiduría (Pr 9,1-6)

20º domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura

1 La Sabiduría edificó su casa,
asentó sus siete columnas;
2 inmoló sus víctimas, mezcló su vino,
preparó su mesa.
3 Envió a sus criadas, y clama
desde la altura que domina la ciudad:
4 «Quien sea simple, venga acá».
A los faltos de seso les dice:
5 «Venid, comed de mi pan,
cy bebed del vino que he mezclado.
6 Dejad la simpleza y viviréis,
avanzad por los caminos del discernimiento».

Comentario a Proverbios 9,1-6

La introducción al libro de los Proverbios termina con una invitación de la Sabiduría a participar del banquete que ha preparado en su casa. La comida tiene un significado simbólico: es la enseñanza de los sabios, y la asimila quien la escucha (cfr Si 24,26-29; Ez 3).

Ese alimento prefigura el verdadero Pan de Vida (cfr Jn 4,14; 6,35) que Dios entregará a los hombres, y que es el Cuerpo del Verbo Encarnado, de la Sabiduría hecha hombre. Un antiguo autor cristiano pone esas palabras en boca de Jesucristo: «Tanto a los faltos de obras de fe como a los que tienen el deseo de una vida más perfecta, dice: “Venid, comed mi cuerpo, que es el pan que os alimen­ta y fortalece; bebed mi sangre, que es el vino de la doctrina celestial que os deleita y os diviniza; porque he mezclado de manera admirable mi sangre con la divinidad, para vuestra salvación”» (Procopio de Gaza, In librum Proverbiorum 9).

Las «siete columnas» de la casa de la Sabiduría (v. 1) podrían aludir a su perfección (el siete goza del simbolismo de cifra perfecta), pero más probablemente se refieren a las siete colecciones de proverbios que se incluyen en este libro después del Prólogo (1,1-9,18): la primera de Salomón (10,1-22,16), las Máximas de los sabios (22,17-24,22), otras Máximas de los sabios (24,23-34), la segunda de Salomón (25,1-29,27), las Palabras de Agur (30,1-14), los Proverbios numéricos (30,15-33) y las Palabras de Lemuel (31,1-9). Al ser siete las colecciones presentadas, se está simbolizando la perfección de la sabiduría enseñada en el libro, que abarca tanto la propia de Israel como la de los pueblos circundantes.

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Vanidad de vanidades (Qo 1,2; 2,21-23)

18º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 1,2 ¡Vanidad de vanidades —dice Qohélet—, vanidad de vanidades, todo es vanidad! 2,21 Hay personas que trabajan con sabiduría, ciencia y provecho, y han de dejar lo suyo a quien no lo trabaja. También esto es va­nidad y un gran mal. 22 Entonces ¿qué saca el hombre de todo su trabajo y del empeño que su corazón pone bajo el sol?, 23 pues pasa todos los días dolorido y contrariado, y su corazón ni siquiera reposa por la noche. También esto es vanidad. Comentario a Eclesiastés 1,2 y 2,21-23 El libro del Eclesiastés (Qohélet) comienza y termina casi con las mismas palabras: «¡Vanidad de vanidades...» (v. 2; cfr 12,8). En esa frase se sintetiza de modo admirable la idea central de la obra y se expresa la valoración que merecen al autor sagrado las rea­lidades del mundo y los fr...

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

El rico insensato (Lc 12,13-21)

18º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 13 Uno de entre la multitud le dijo: —Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. 14 Pero él le respondió: —Hombre, ¿quién me ha constituido juez o encargado de repartir entre vosotros? 15 Y añadió: —Estad alerta y guardaos de toda avaricia; porque aunque alguien tenga abundancia de bienes, su vida no depende de lo que posee. 16 Y les propuso una parábola diciendo: —Las tierras de cierto hombre rico dieron mucho fruto. 17 Y se puso a pensar para sus adentros: «¿Qué puedo hacer, ya que no tengo dónde guardar mi cosecha?» 18 Y se dijo: «Esto haré: voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi trigo y mis bienes. 19 Entonces le diré a mi alma: “Alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Descansa, co...